El día 13 de noviembre se celebra la sexta Jornada Mundial de los Pobres, con el lema: “Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (cf. 2 Co 8,9). Con estas palabras el apóstol Pablo se dirige a los primeros cristianos de Corinto, para dar fundamento a su compromiso solidario con los hermanos necesitados. El Papa en su mensaje para esta jornada dice: “La Jornada Mundial de los Pobres se presenta también este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente”.
“La Jornada Mundial de los Pobres se presenta también este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente”
Papa Francisco
Para continuar su mensaje señalando, cómo las esperanzas surgidas cuando estábamos saliendo de la pandemia, se han visto truncadas por la aparición de una nueva catástrofe, destinada a imponer al mundo un escenario diferente. Y lamenta cuantos pobres genera la insensatez de la guerra, que se suman al ya gran número de indigentes. En este contexto tan contradictorio se enmarca la VI Jornada Mundial de los Pobres.
Como cristianos y siguiendo el ejemplo de las primeras comunidades, con Pedro, Santiago y Juan a quienes el apóstol Pablo les había pedido que no se olvidaran de los pobres; este domingo y cada domingo, durante la celebración de la Eucaristía, ponemos en común nuestras ofrendas para que la comunidad pueda proveer a las exigencias de los más pobres. Es un signo que los cristianos siempre han realizado con alegría y sentido de responsabilidad, para que a ninguna hermana o hermano le falte lo necesario.
La solidaridad es compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra. Mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad. Como miembros de la sociedad civil, trabajemos por mantener vivos los valores de libertad, responsabilidad, fraternidad y solidaridad. Y como cristianos busquemos siempre en la caridad, en la fe y en la esperanza el fundamento de nuestro ser y nuestro actuar.
Según la cita con la que el Papa inicia su mensaje, la generosidad hacia los pobres encuentra su motivación más fuerte en la elección del Hijo de Dios que quiso hacerse pobre Él mismo. Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie.
Por lo tanto, no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder; es necesario, en cambio, hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído. Por eso, «nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos”. Y como San Pablo escribía a los corintios: «No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad» (2 Co 8,13).
«No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad»
2 Co 8,13
No estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que todos tengamos una vida digna y feliz. El mensaje de Jesús nos muestra el camino y nos hace descubrir que hay una pobreza que humilla y mata, y hay otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices. La pobreza que mata es la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece perspectivas ni salidas.
Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el camino es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza.