NUESTRA FIESTA PATRONAL, 8 DE SEPTIEMBRE, EL NACIMIENTO DE LA VIRGEN MARÍA
Nuestra Congregación nace, se desarrolla y está bajo la protección de María en su Natividad. María es la madre de la Congregación y de cada una de nosotras. La Congregación tiene por patrona a María en su Natividad. Los primeros congregantes ya en el siglo XVII y nosotras, acogemos con amor filial a María en su nacimiento, recibimos con gozo el espíritu de caridad y de alegría que nos envía el Señor nacido de María. La Natividad de María nos une en familia en el gozo de la celebración y de la convivencia fraterna.
El espíritu mariano y el amor filial a María es una realidad viva en la Congregación. En relación a María vivimos la vida de fe y caridad, la comunión fraterna y la misión. Imitamos la actitud de María animada siempre por la caridad y el espíritu de servicio. Con María, como intercesora y modelo de consagración, nos formamos a través del proceso de la Palabra de Dios acogida y encarnada en nuestras vidas.
La Natividad de María nos hace evocar una historia de gracia de Dios hacia la Congregación renovada todos los años. María nos precede como peregrina en la fe y acompaña nuestro caminar en la solicitud atenta a la práctica de la caridad con quien tiene necesidad. El nacimiento de María se convierte así para nosotras en motivo permanente de esperanza, en anuncio de alegría. María es siempre preludio de la luz salvadora y redentora de Cristo en el sufrimiento de la humanidad.
En la Congregación contemplamos a María asociada al misterio de Cristo. Desde María y junto a ella nos insertamos también nosotras en el misterio de Cristo y de la Iglesia. La relación entre el Cuerpo nacido de la Virgen María, el Cuerpo eucarístico y el Cuerpo eclesial de Cristo es una llamada a asociarnos con María a la obra de la salvación. El Verbo Encarnado viene a nosotras en la Eucaristía como un día lo hizo en el seno de María y se nos confía a nuestro cuidado en los pobres, en los enfermos y necesitados.
La formación para vivir la dimensión mariana en la Congregación implica una relación afectiva de amor filial a María, nuestra Madre, e implica también imitar sus virtudes: su fe y caridad, su estilo de vida pobre y virgen. La formación en ese espíritu está asociada a la celebración del año litúrgico, donde aparece María en relación a Jesucristo; también a la piedad del pueblo cristiano y de la propia Congregación que nos llevan a crecer en el amor a María como modelo de consagración y seguimiento de Jesucristo.
Plan General de Formación 38-42